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Una familia vivió una pesadilla

Terror en el barrio El Retiro por otro ataque de madrugada

Eran las tres y media de la madrugada cuando el sonido desesperado de los perros despertó al dueño de una vivienda ubicada en la calle 164 bis entre 46 y 46 bis, del barrio El Retiro.

Al descender las escaleras, una escena de pesadilla lo paralizó: tres sujetos habían logrado romper la seguridad tomando el control de su hogar.

Si bien hubo el propietario de la finca tuvo el impulso de frenar el avance, su suerte y la de su familia, ya estaba echada.

Debió reprimir sus deseos de defender a lo más preciado que tiene, cuando se dio cuenta que uno de los sujetos lo apuntaba directamente con un arma de fuego.

El horror no terminó allí. Mientras el jefe de familia quedaba inmóvil bajo amenazas de sufrir un daño cierto, otro de los delincuentes subió hasta las habitaciones donde dormían su esposa y sus tres hijas adolescentes.

En cuestión de segundos, la seguridad del hogar se desmoronaba. La escena era escalofriante: con violencia, fueron obligadas a bajar y a tirarse en el suelo, dominados por el terror de lo desconocido.

El tiempo parecía haberse detenido, cada segundo transcurría como una agonía interminable. Pero la pesadilla se extendió más allá de las paredes de la casa.

En la parte delantera del terreno, la madre de su mujer y la pareja dormían sin sospechar que en su propia vivienda los ladrones saqueaban sus pertenencias.

Con extremo sigilo, los delincuentes se llevaron dos televisores sin que los abuelos se despertaran.

El botín de la banda fue cuantioso: dos televisores, dos anillos maritales, 70 dólares, una tablet, las llaves del auto con su control, una billetera con documentación variada y una mochila rosa, que pertenecía a una de las hijas, en la que guardaba sus útiles escolares.

En ese contexto tan terrorífico, no solo robaron objetos materiales, sino también la sensación de seguridad que alguna vez habitó en esa construcción.

Las primeras hipótesis apuntan a que el ataque no fue obra de improvisados.

La meticulosidad y frialdad con la que actuaron indica que se trata de una banda experimentada en este tipo de delitos.

Cada movimiento parecía ensayado, cada acción calculada. Todo indica que contaban con un apoyo externo, un cómplice que los esperaba en una camioneta Suran color azul, lista para desaparecer en la oscuridad de la noche.

Las autoridades sospechan que los delincuentes podrían ser parte de clanes criminales provenientes del sur del Conurbano, bandas organizadas que ingresan en la Ciudad con el objetivo de ejecutar golpes certeros y escapar sin dejar rastro.

Por ello, la investigación se centra ahora en rastrear la camioneta, que bien podría haber sido robada previamente en otro punto de la región.

La clave podría estar ahora en las cámaras. Los investigadores revisan minuciosamente las grabaciones, cuadro por cuadro, buscando pistas que permitan identificar a los responsables: su vestimenta, sus características físicas, su manera de desplazarse, y si realizaron tareas de inteligencia previa al ataque.

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