Un matrimonio de jubilados oriundos de Bolivia se convirtió en víctima de una banda de astutos estafadores, que, de arranque, parecían ser inofensivos, pero terminaron descargando toda su violencia con tal de apropiarse de más de 18 millones de pesos, confirmaron fuentes oficiales.
El incidente, ocurrido el pasado domingo por la tarde, comenzó a desarrollarse en la vereda de la casa de las víctimas, en 6 entre 70 y 71, para trasladarse luego al interior de la vivienda. Nada hacía pensar que la apacible tarde del domingo, un momento que la mayoría de las personas utiliza para descansar o reunirse con los afectos, sería el momento escogido por esta pareja de hampones para ejecutar un golpe que comenzó como un cuento del tío pero que derivó en algo muchísimo peor.
Según los informes, un hombre llegaba a su casa luego de hacer unos mandados en la panadería, cuando un auto de color blanco detuvo su marcha frente a su portón. Bajaron un hombre de aproximadamente 40 años y una mujer de unos 20 y el señor, creyendo que podrían necesitar ayuda, se quedó esperando que le hicieran alguna pregunta. Los delincuentes no dejaron escapar este gesto de amabilidad para montar su tramoya y comenzar a enredar al hombre con una serie de artilugios seguramente estudiados al detalle.
Primero, la joven lo saludó con un gesto efusivo e inmediatamente hizo su entrada el sujeto. Luego de estrecharle la mano mirándolo a los ojos como si lo conociera afirmó que venían por una situación que involucraba a su hijo. Le expuso que habían sido compañeros en la escuela y que estaban ahí para saldar una vieja deuda: “Vengo a ponerme al día. Me voy a España y quizás sea definitivo. Así que me quiero ir sin deberle a nadie. El tema es que hace un tiempo que lo estoy intentando contactar pero no he podido dar con él (por el hijo)”, expuso el farsante.
Luego se deshizo en elogios y adulaciones. “Su hijo fue muy bueno en prestarme el dinero y no le quiero fallar a un hombre tan trabajador y buen amigo. Entonces recordé que ustedes vivían por la zona y decidí que lo mejor era venir a dejarle la plata a ustedes ya que mi vuelo saldrá en unas horas”, argumentó el malviviente. La puesta en escena no pudo ser más creíble. Quizás por ello el hombre de 80 años no tardó mucho en caer en la trampa. Es que para reforzar su discurso el sujeto sacó de entre sus prendas varios billetes de cien dólares.
Como supuestamente en su mano habían 1000 dólares y la presunta deuda era de 950, el astuto hampón le preguntó al jubilado si no tenía 50 dólares para darle de vuelto, de modo de quedar "completamente a mano”. Incluso le llegó a decir que si no tenía “no pasaba nada”. En su afán por ayudar a su hijo y de corresponder el noble gesto de honrar las deudas, el jubilado no dudó en pedirle que pasara a su casa a esperar mientras buscaba ese billete de 50 dólares.
Sin saberlo, le proporcionó el dato crucial que necesitaban los estafadores: los abuelos tenían dólares en su casa. Cuando el hombre se dirigía al fondo de su casa en busca de las divisas, el asaltante pidió permiso para ir el baño, lo cual marcó el momento crítico del robo. El dueño de casa alcanzó a darse cuenta de la maniobra pero su suerte ya estaba echada. Cuando el jubilado le negó el baño y les pidió que dejaran su casa, el delincuente se abalanzó sobre el hombre.
Mientras lo tomaba del cuello, lo obligó a revelarles dónde estaba el dinero. Indefenso y con temor de que pudieran dañarlo físicamente, tanto a él como a su esposa, les dijo dónde estaban todos sus ahorros: 16 mil dólares.