Un brutal robo tuvo lugar ayer en la esquina de 643 y 14, en Arana. Eran cerca de las 3.30 de la madrugada cuando una mujer de 58 años, todavía entre el sueño y la alarma, creyó ver una sombra cruzar el pasillo. No alcanzó a reaccionar cuando la puerta del dormitorio se abrió de golpe y la oscuridad se llenó de voces, órdenes y golpes.
Los intrusos eran cuatro. Actuaban con violencia y sin apuro, como si supieran lo que buscaban. Uno empuñaba un revólver, otro un destornillador. “Dame la plata de las vaquitas”, gritó el primero mientras la sujetaba del brazo. La mujer intentó explicarse -“no tenemos vacas, se equivocan”-, pero las palabras no sirvieron de nada. Cada frase fue respondida con un castigo físico.
En otra habitación, el marido de 61 años y el hijo de 23 despertaban sobresaltados por los gritos. Alcanzaron a ver linternas y siluetas antes de ser reducidos. En pocos segundos, la familia quedó rodeada por desconocidos, que revolvían cajones y pedían dinero. La escena se estiró en el tiempo, casi media hora de amenazas, desorden y miedo.
Cuando la mujer entregó el dinero que guardaba y un par de anillos de oro, creyó que todo había terminado. Pero los agresores siguieron buscando, convencidos de que en esa casa había más: un botín que nunca existió. El rumor de una supuesta venta de ganado había cruzado mal de boca en boca, hasta convertirse en excusa para el robo.
Antes de irse, uno de los ladrones golpeó al esposo con la culata de un arma -tuvieron que darle 10 puntos de sutura- y empujó al hijo contra una pared. Luego desaparecieron por la misma puerta que habían forzado, dejando atrás una casa en penumbras, revuelta y llena de sangre. Los minutos siguientes fueron una mezcla de confusión y silencio. Nadie se animaba a moverse. La mujer apenas podía sostenerse en pie, con heridas visibles en el rostro y los brazos.
La asistencia médica llegó recién alrededor de las 5 de la mañana.
Los investigadores creen que los asaltantes actuaron sobre una pista falsa. Alguien les habría informado que la familia guardaba una suma importante por la venta de animales, una historia que nunca existió.
Entraron después de forzar la puerta de la cocina y, enseguida, cortaron los cables del sensor de movimiento.