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Informe especial

Caso Loan: el rol de los perros rastreadores, los únicos que parecen no mentir en esta historia

Sé que hay que ser profesional, pero este caso nos conmovió a todos. Tengo un hijo de 9 años y cuando pasamos por última vez frente la tranquera del campo en que Loan desapareció, recorrimos tres kilómetros en silencio. Es que nos estábamos alejando del nene, en vez de acercarnos”.

Eso dice el alcaide mayor Gustavo Álvarez, del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), mientras le da la mamadera a una perrita pastor belga malinois de 19 días de vida, a la que bautizó Loana y en poco tiempo más comenzará a adiestrar para buscar personas.

Álvarez está a cargo de la guardia del grupo Canes del SPB y encabezó el equipo que por cinco días se sumó a la búsqueda de Loan Danilo Peña, el nene de 5 años que desapareció el 13 de junio en el pueblo correntino de 9 de Julio, en circunstancias que siguen siendo un misterio. Un misterio que todo el país quiere develar.

Primero se dijo que el nene se perdió. Luego se impuso la teoría del secuestro con fines de trata y se especuló con una adopción ilegal. En el medio se barajó la chance de un ritual satánico, el ataque de un animal y aparecieron testigos que dijeron verlo, casi al mismo tiempo, en Salta, Córdoba y Paraguay.  Ahora la pesquisa rumbea en dirección a los dichos de la tía Laudelina Peña, que declaró haber visto al ex navío retirado Carlos Guido Pérez y a su esposa, María Victoria Caillava, atropellar a Loan y cargarlo en una camioneta.

Lástima que no explica por qué declaró recién ahora (más allá del argumento del miedo), por qué no lo hizo ante el fiscal que tiene la causa, cómo es que justo no sabe dónde está el cuerpo y cómo hicieron dos personas para emborracharse con dos botellas de vino para 15, sobre todo si una no tomó. En fin. Tantas son las hipótesis, que, a esta altura, todas y ninguna parecen posibles.

En medio del desconcierto al que las “investigaciones” de los casos mediáticos nos tienen acostumbrados, los únicos indicios ciertos los aportaron Kala y Dina, dos perritas labradoras de la División Investigación Canina de las policías de Corrientes y Salta, que detectaron “huellas de olor” de Loan en dos vehículos del matrimonio Pérez - Caillava.

Esto fue posible por la odorología forense, la técnica que identifica personas u objetos relacionados con un delito a partir de los olores, mediante un peritaje que examina las moléculas y células humanas que desprende una persona. Lo hacen canes especializados, porque su capacidad olfativa es muy superior a la de los humanos: los perros tienen entre 200 y 300 millones de receptores olfativos, contra los cinco millones que podemos tener nosotros.

"NO SE EQUIVOCAN"

En el arranque de la investigación, cuando la teoría más fuerte era que Loan se había  perdido después de ir al naranjal, el entonces fiscal Juan Carlos Castillo pidió ayuda a las autoridades bonaerenses. Fue así como desembarcaron en Corrientes tres perros especializados en rastros y búsqueda específica del SPB: los ovejeros belgas malinois Izel y Cairo; y una Dragthaar llamada Runa. Álvarez, que es el guía de Izel, encabezaba el equipo conformado también por el suboficial mayor Miguel Torres, el sargento Alejandro Migielovski y el sargento ayudante José Luis Mugica.

Esa fuerza tiene casi 300 canes de distintas razas que cría y adiestra la dirección de Cinotecnia, para distintos trabajos.

“Antes usábamos ovejeros alemanes para seguridad y rastros, además de dogos argentinos y labradores para buscar estupefacientes y explosivos”, cuenta Álvarez, antes de apuntar que de un tiempo a esta parte sumaron a la raza ovejero o pastor belga malinois, poco conocida en el país, porque son ejemplares “más rústicos e hiperactivos”.

Sí están al tanto de estas condiciones otras fuerzas de seguridad y divisiones civiles que adiestran perros y sumaron a esta raza, ya que a sus ejemplares se los puede entrenar en “dos disciplinas a la vez -dice Álvarez- porque están todo el día jugando y pidiendo hacer cosas”.

Se tiene en cuenta, además, la resistencia para recorrer grandes distancias durante mucho tiempo y la capacidad olfativa, características que destacan en los perros de caza. Más allá de la raza -el SPB tiene también rotweiller, dragthaar y weimaraner- la clave está en la preparación, la selección del individuo para cada tarea y, sobre todo, la relación con su guía, con quien conforman un binomio que, en general, perdura durante toda la vida del animal.

Esto último, remarca Álvarez, es clave: “Ahora procuramos que se lo lleve a la casa para que el perrito se habitúe, tenga buena disciplina y sea sociable. La relación con el guía es el pilar, porque siempre trabajan juntos y éste puede leer las expresiones corporales del  can”. Cualquier perro adiestrado puede participar de una búsqueda con otro guía, pero, advierten los expertos, no va a rendir igual.

En lo que hace al entrenamiento, describe el adiestrador que priorizan el premio y la disciplina antes que la exigencia, “para que sea positivo para el perro”. En el caso específico de Corrientes, recuerda Álvarez que “había canes de todos lados y cada uno tiene su forma de trabajar. Nosotros pedimos las prendas de la persona a buscar y nos dirigimos al lugar donde fue visto Loan por última vez”. El penitenciario se abstiene de dar otros detalles porque la investigación está abierta. Se limita a decir que los perros reaccionaron en algunos sitios y que su rastrillaje fue reconocido por las autoridades locales.

“Nosotros trabajamos con rastros específicos sobre las partículas de personas vivas, porque cada una tiene su olor particular”, detalla el guía. Esa muestra, que suele ser una prenda del objetivo a buscar, se preserva en una bolsa o recipiente herméticamente cerrado para que no pierda partículas y se le presenta al perro en el momento de iniciar o de retomar la búsqueda. Antes, se sigue un ritual que conecta al animal con la tarea.

“Se lo sienta, un asistente le presenta el olor, una o dos veces, y el guía le da la orden de buscar”, amplía Álvarez. El perro encabeza la marcha, seguido por el guía pendiente de sus movimientos y un auxiliar que cuida al binomio desde una prudente distancia, para no entorpecer el procedimiento.

“Un perro puede llegar a trabajar dos kilómetros continuos y retomar la búsqueda después de un descanso de dos o tres horas”, aporta Álvarez. Y sentencia: “No se equivocan; de cualquier manera, trabajamos con tres canes diferentes para comprobar la eficacia”.

¿CUÁNTO DURA EL OLOR?
Los perros de rastros específicos y odorología forense tienen una memoria olfativa a corto plazo, mientras que a los que buscan personas vivas o muertas (en este caso se los llama de RH, por restos humanos), se los entrena con un olor genérico a largo plazo para rastrillajes en lugares abiertos. Se usan, por ejemplo, en derrumbes o catástrofes. No
buscan a alguien en particular, sino que se trata de rescates generales.

En cualquier caso, los rastros de olor no duran siempre igual. Todo depende de las condiciones en las que se mantuvieron: en sitios oscuros, húmedos y con temperatura  media se conservan mejor y por más tiempo que en aquellos expuestos o al aire libre. También depende del tiempo que la persona estuvo en el lugar.

“Si es cerrado y sin ventilación, puede durar hasta cuatro días y quedar partículas”, cierra Álvarez, destacando que la humedad “siempre favorece la búsqueda porque levanta las partículas. Por eso es mejor trabajar bien temprano en la mañana”.

Para el adiestrador canino Federico García, a un buen perro de búsqueda lo define “la selección de la raza y la línea”, que no es otra cosa que el criterio de cría. De este tipo de canes se espera que tengan “impulsos muy altos, una conducta intensa de juego y ganas de hacer cosas; que sean ágiles, que tengan una buena resistencia física para hacer muchos kilómetros, buen olfato y sean colaboradores con las personas”. También se ponen en juego las aptitudes individuales.

“Muchas veces sorprenden en búsqueda perros que no son de las razas usuales, como el pastor belga malinois y el bloodhound”, porque detrás de ese ejemplar están las personas que los adiestran y participan de los operativos. “Son equipos que hacen trabajos muy arduos y con gente no gana dinero por esto. Un perro de búsqueda requiere de la constancia de los entrenamientos”, asegura García, poniendo como ejemplo que al menos una vez por semana deben ir a lugares alejados para simular búsquedas y recorrer amplias extensiones, que preparen al animal para los desafíos reales.

A criterio de García, los perros se pueden equivocar aunque estén muy bien preparados. “Es la condición de cualquier ser vivo”, opina.

BRUNO
En el ranking de perros rastreadores célebres en Argentina se destaca Bruno, un weimaraner que tiene ahora 12 años y con la brigada canina de rastreo específico de Escobar trabajó en más de 280 casos. Jubilado desde el año pasado, vive con el instructor de perros K9 Diego Tula, quien fue su guía en casos resonantes como los femicidios de Anahí Benítez y María Esperanza Fernández, entre otros. Tan especial es Bruno que hasta crearon una plaza que lleva su nombre en Escobar.

Raquel Peralta y Diego Tula junto a Bruno, en la plaza que lleva su nombre en Escobar

“La preparación para todas las especialidades siempre es la misma”, explica Tula; en el caso de los perros de rastros específicos, “le asociamos el olor de una persona, que es como su huella digital, a un premio, que puede ser un juguete, una pelotita, o comida. La muestra es el olor y cuando llega al guía, se lo premia. Lo mismo pasa para la búsqueda de explosivos o droga. Cambia el olor, pero la base es la misma”.

Tula está convencido de que cualquier perro puede ser adiestrado para la búsqueda. Lo importante es evaluar sus condiciones, y, sobre todo, sus gustos: “Si le gustan los chicos y es dócil, se puede preparar para terapia. Si es hiperactivo, para rastros o grandes áreas”, reflexiona, no sin aclarar que aunque se les diga perros de trabajo, “lo que se hace es jugar con ellos. Disfrutan, usan su olfato, hacen lo que les gusta”.

Sea cual fuere su preparación, el entrenamiento es intenso y requiere de, por lo menos, cuatro veces a la semana.

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