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"Mafias inmobiliarias"

Desalojaron a una familia de una casa de Los Hornos con golpes, amenazas con armas y un Pitbull

Tres dientes menos, la cabeza abierta y mucho miedo. Así vivió un vecino de Los Hornos el copamiento de su vivienda en un sector muy humilde de Los Hornos, donde irrumpió una patota pertrechada con armas y un Pitbull, que lo sacó a patadas y a dentelladas del lugar. Estaba con la mujer y la hija de 7 años.

Eran al menos siete facinerosos, quienes -el pasado domingo por la madrugada- se colaron en una casa de 164 entre 61 y 62, cuando sus ocupantes dormían.

Los violentos aplicaron el manual de estilo y lo castigaron brutalmente. Según precisó la Policía, tal fue la saña con la que procedió esta banda de criminales, que el hombre terminó maltrecho.

El caso se enmarca en el estado de ilegalidad en el que se encuentra un amplio sector de La Plata por la toma de tierras. Y no solo en la tristemente célebre "Megatoma".

Sin dudas, la situación le abre la puerta a la comisión de una serie de delitos entre los que se encuentran las estafas, los robos y los aprietes.

Según advierten en el lugar, hechos como los que vivió este vecino se dan con frecuencia y todos tienen “fichadas”, tanto a la modalidad, como a las peligrosas bandas que la ejecutan.

El primer paso es encontrar a alguien interesado en comprar un terreno. Luego de un apretón de manos y, con el pago de la primera cuota, los interesados ya tienen acceso a la porción de tierra.

Por lo general son familias humildes, cuya única motivación es trabajar duro para tener su espacio propio.

Por los valores que se manejan en el mercado inmobiliario y, las pocas posibilidades que existen de construir y pagar un terreno de forma simultánea, más los gastos de comisión y escrituración, sin lugar a dudas el ofrecimiento en estos términos termina resultando una oportunidad accesible. O por lo menos así lo ven quienes “pisan el palito”.

Sin embargo, al cabo de un tiempo, el sueño de la casa propia termina convirtiéndose en una verdadera pesadilla.

Primero, al no haber papeles de por medio, los vendedores comienzan a cambiar las condiciones de forma unilateral, hasta que el pago de la cuota se torna imposible.

Es en esa instancia que la arremetida toma forma. Bajo la excusa de que “la deuda no la van a poder afrontar”, una banda se presenta en escena.

En primera instancia solo apelan a las amenazas. En esta fase, claramente no hay voluntad de llegar a un acuerdo o de ofrecer un plan de pago. La única intención es exprimir al máximo a las víctimas antes de alcanzar la última instancia.

La escalada de violencia continúa con el daño físico. En esta fase, casi siempre se da de la mano con algún desapoderamiento o robo.

“Me llevo esto (puede ser una TV, un lavarropas o un teléfono) para ayudarte a bajar la deuda”, suelen decir los patoteros.

Este macabro proceso alcanza su máximo nivel de hostilidad cuando se ejecuta la orden desalojo. Es en este momento en el que las familias se quedan en la calle.

La realidad es aún más dramática, ya que la mayoría de estas incursiones suelen llevarse a cabo de noche, cuando las víctimas casi no tienen oportunidad de defenderse o clamar ayuda a las autoridades.

Así, de manera brutal y clandestina, terminan quedándose con un terreno, una casilla y varias paredes de material levantadas.

En pocos días, aquella propiedad ingresará nuevamente a este círculo de estafas y, como tiene “mejoras”, será vendida a un mayor valor y nuevamente otra familia quedará subordinada a la acción mafiosa de una banda de inescrupulosos.

OSCURIDAD, TERROR Y ESPANTO

El proceso delictivo descrito contextualiza el dramático episodio de inseguridad que le tocó vivir a una familia de Los Hornos.

Los tres se encontraban descansando de cara a los que sería una nueva jornada laboral cuando, promediando las 23 horas, siete individuos armados, violentos y sin un atisbo de humanidad se presentaron en el lugar.

“Ataque, ataque” fue la orden que recibió un Pitbull para que mordiera al dueño de la casa a desalojar Luego de derribar la puerta de madera de la casilla a patadas, se abalanzaron sobre el hombre.

Aquella noche, la nena tuvo quizás la peor pesadilla de su vida. Lamentablemente le tocó presenciar cómo tres espectros avanzaron hacia su padre y lo golpearon ferozmente, mientras le gritaban toda clase de insultos y lo apuntaban con tres armas de fuego.

Cuando parecía que lo peor había pasado, tuvo lugar el momento más álgido de la noche.

A estos sujetos no les bastó con superar en número y en fuerza a la familia. Muchos menos les alcanzó el terror que provocaron al presentarse en medio de la noche con el rostro cubierto y armas de fuego. Para reforzar la atmósfera de estupor, hicieron ingresar a la casilla a un perro altamente entrenado de raza Pitbull, al que se le impartieron órdenes claras y concisas.

“Ataque, ataque”. Cada vez que el delincuente que lo manejaba con una correa dio la orden, el perro mordió causando una serie de graves laceraciones, tanto en las piernas como en los brazos de la víctima. No fue la única afrenta que debió soportar esa niña, ya que en medio de la noche y con las bajas temperaturas que imperaban a esa hora, debió abandonar su casa y caminar, casi con lo puesto, por las oscuras calles del sector rumbo al hospital para que pudieran atender a su padre.

El hombre presentaba varias hemorragias. Una de ellas, en la boca, por los tres dientes que perdió producto de la golpiza que le propinaron. En la cabeza, por los culatazos. Además presentaba potenciales focos de infección por las mordeduras.

Sin papeles de por medio, “las mafias de la posesión” aprovechan para hacer lo que quieren

Así, mientras esta familia era atendida en un centro de salud de la zona, los individuos se encargaron de sacar todas sus pertenencias.

A la puerta le pusieron candado y abandonaron el lugar. Ayer, el hombre acudió al lugar y por la ventana pudo comprobar que se llevaron las camas, una garrafa y que incluso arrancaron todas las instalaciones eléctricas.

Como se indicó, el hecho tuvo lugar el pasado domingo, pero recién se conoció en las últimas horas, ya que debieron pasar más de 48 horas para que el damnificado pudiera recuperarse de los dolores que sentía por los golpes que recibió.

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