Los dueños de la calle. Literal. A pocas cuadras de la sede de la comisaría segunda y de la Jefatura del Servicio Penitenciario, el lunes por la noche una banda de encapuchados mostró su poder de fuego. El raid incluyó dos casas de la calle 37 entre 10 y 11 que están separadas por otra en el medio. Esta última propiedad, se salvó de milagro.
De acuerdo a lo que trascendió del caso, los delincuentes se desplazaban en una camioneta blanca con patente de papel. Si bien sus rostros prácticamente estaban cubiertos hasta los ojos, hay esperanzas de que alguna imagen pueda poner a los investigadores detrás del clan delictivo.
Primero, cuando el reloj marcaba las 21.30, se metieron en la vivienda de un jubilado de 84 años, al numeral 782. El hombre no estaba y se escondieron para sorprenderlo indefenso. Increíblemente, esta persona ya había sufrido otro terrible asalto hace muy pocos meses. Y en la ruleta rusa de la inseguridad, le volvió a tocar un pleno.
El plan salió a la perfección. A las diez de la noche apareció el jubilado, que estacionó su vehículo dentro del garaje y fue en ese instante de vulnerabilidad que se vio rodeado por gente desconocida.
Los asaltantes eran tres, como se dijo llevaban sus rostros cubiertos, usaban guantes y uno portaba un revólver.
En base a lo que el damnificado le contó a la Policía, se supo que lo golpearon en todo el cuerpo y lo ataron de pies y manos sin ninguna necesidad, ya que superado en número y en fuerzas, era imposible que intentara defenderse.
La pesadilla dentro de su vivienda duró unas dos horas y en ese lapso, a sus anchas, los autores del golpe fueron reuniendo el botín y programando su próximo ataque.
En la lista de elementos sustraídos, el jubilado mencionó doscientos euros, 100 mil pesos, un teléfono celular, una pistola Bersa 9mm, dos cargadores y 60 municiones de ese calibre, una soga de 20 metros de largo y varias herramientas.
Ya cerca de las 23.30 arrancó la segunda fase del programa nocturno. Siempre con el jubilado reducido, para evitar una llamada al 911 o un grito que complicara los movimientos, parte de la banda se coló en la finca de un contador vecino, al que no solo le robaron una fortuna, sino también las ganas de seguir habitando el lugar. Mientras tanto, en el barrio quedó la sensación de una absoluta desprotección.
SECUELAS DE UNA EXPERIENCIA ATERRADORA
El contador -de 53 años- estaba junto a su esposa, su hija y otras dos personas que los acompañaban. Según reportó un vecino, de los comentarios que levantaron en el grupo de WhatsApp, siempre estuvo bajo amenazas, con una pistola en la cabeza.
A su domicilio entraron dos delincuentes con chalecos antibala. A todos los presentes los ataron de pies y manos, revolviendo la totalidad de las habitaciones de la vivienda en búsqueda de dinero.
En el patio trasero de la propiedad quedó un tercer ladrón, que todo el tiempo se lo escuchaba hablar por teléfono. El robo fue millonario, ya que le sacaron 1.000 euros, 2.500 dólares, una botella de whisky Blue Label y cuatro Johnnie Walker etiqueta negra, dos pares de lentes de sol y un bolso.
También le robaron la tranquilidad, al punto que ya anunció que abandonará la finca, que es alquilada.
Por último, se supo que los asaltantes, antes de salir por la puerta principal y, cerrarla con llave, destrozaron el DVR de las cámaras internas.
En ambos ataques, los delincuentes contaban con cobertura exterior, ya que habían posicionado "un campana", que era el encargado de avisar de cualquier inconveniente que aconsejara abortar el plan criminal.