Veinticuatro horas después de que un policía muriera en Villa Elisa por correr al ladrón que encontró en su casa, un caso parecido volvió a sacudir a esa localidad de la zona norte de La Plata, por las circunstancias y porque también pudo terminar en tragedia, ya que el delincuente golpeó a su víctima y hasta trató de apuñalarla con un cuchillo de cocina.
El involuntario protagonista de este suceso resultó ser un hombre dedicado a la venta ambulante de especias, y todo arrancó de manera muy parecida al caso del policía Cristian Demarco. El comerciante llegaba a su domicilio ubicado en 21D entre 421 y 422, cuando sorprendió a un sujeto dentro.
Según las averiguaciones que realizó la Policía, el intruso sería conocido en el barrio por su mala fama. No solo le reprochan los escándalos que protagoniza casi de forma cotidiana y, a cualquier hora, sino también que desde hace años se viene dedicando a actividades ilegales. Testimonios de personas que lo conocen apuntan a que todo lo hace lo hace para "comprar droga. Es en lo único que piensa”, advirtieron.
Los mismos vecinos se ocuparon de aclarar que “no comete robos grandes”, sino hurtos menores, cuyos botines termina liquidando en el mercado negro a cambio de unos pocos pesos. Todo esto ayuda a entender por qué el damnificado se puso a la defensiva, aunque también lo increpó, apenas lo vio en el interior de su patio. Pero el intruso no estaba dispuesto a irse con las manos vacías.
Le pidió a la víctima que le "prestara" cinco mil pesos, lo que enfureció al vendedor todavía más. Dando por sentado que de forma voluntaria no obtendría nada, el delincuente decidió pasar a la acción. Sacó de entre sus prendas un cuchillo de sierra y luego de amenazar a la víctima con que lo “cortaría todo”, le exigió que le entregara las pertenencias que tenía encima.
“¿Por qué no vas a laburar como hacemos todos? Sos un vago. Chorro”, fue la respuesta que recibió de la víctima. Aquel tren de palabras lanzadas a los gritos, terminó por transformar al agresor.
Así, comenzó a lanzar zarpazos de cuchillo contra el propietario de la finca, quien, al ver que su vida estaba en riesgo, se defendió. Desarmado, el hombre lanzó varias trompadas y aunque pudo conectar dos golpes, ambos fueron a dar a los hombros de su oponente, quien se mostró más rápido de reflejos.
Así le acertó una trompada en la boca, que además de cortarle el labio y aflojarle varios dientes, sacó a relucir una lesión de vieja data, que el damnificado tenía en una pierna. Poco importó al ladrón que la víctima estuviera en el suelo retorciéndose del dolor, porque se le acababa de salir la rodilla.
No se sabe si tomó mal el cuchillo o, si ante la presencia de testigos, decidió no cometer un ataque fulminante. Lo cierto fue que, con la víctima en completo estado de indefensión, le aplicó otro golpe en el rostro con el mango del cuchillo. Luego lo puso boca abajo y le sacó la billetera.
El ladrón entonces escapó con todo el dinero que había logrado reunir el vendedor durante casi tres días de trabajo: 30 mil pesos.