Con el correr de las horas se empezaron a conocer detalles del bestial asesinato del estudiante universitario y secretario de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, Pedro Pablo Mieres, a quien hicieron sufrir hasta su último suspiro.
El informe forense que solicitó el fiscal que investiga el hecho, Gonzalo Petit Bosnic, arrojó una muerte por asfixia mecánica a causa de un estrangulamiento.
En la descripción del examen corporal, los legistas indicaron que el homicida le colocó una ballerina amarilla en la boca y lo amordazó con una remera negra de manga larga, que anudó en el sector derecho del cuello de la víctima. También le ató ambas manos con un cordón blanco, que colocó por encima de su cabeza.
El cadáver estaba recostado en el piso en posición supina (hacia arriba) entre el living y el sector de la cocina. Las piernas, en tanto, habían sido inmovilizadas con una soga y una toalla de color verde.
Los autopsiantes anotaron una fractura de hallux en el pie izquierdo, un doble surco en la garganta, que sería producto de una compresión manual, y algunos golpes, pero de menor entidad y que no tendrían que ver con el fallecimiento.
Por tal motivo, quedó desacreditada esa idea inicial de que el homicidio se había consumado con el impacto de un elemento contundente en la cabeza y se dio paso a esta nueva versión oficial, de fundamento científico, que habla de un deceso por falta de oxígeno provocado por el accionar de un tercero.
Respecto del estado de la investigación, si bien no se descartó de plano el móvil del robo o del desapoderamiento, se habla de un ataque vinculado a cuestiones personales. Por eso la necesidad de reconstruir los últimos movimientos de Mieres y, con quien estuvo en contacto, más allá de lo estrictamente laboral.
Sin pareja estable y sin hijos, los pesquisas no descartan que el autor del crimen sea alguien conocido o que al menos lo frecuentaba.
La clave podría estar en la saña que se desprende del estudio del cadáver y que lleva a los detectives a pensar en una situación no vinculada a algo meramente puntual o al voleo.
“Cuando hay violencia de esta naturaleza, hay una razón o impulso que la motoriza”, conjeturó un allegado al expediente.
Al parecer, el celular de Mieres no habría sido hallado en la escena, pero igual se está intentado acceder a sus cuentas telefónicas y de correo electrónico por otros canales alternativos.
A simple vista se trata de un obstáculo temporal, porque podría llegarse igual a contar con esa información clave.
Mieres tenía 37 años y no 30 como trascendió en los instantes posteriores al incidente, que ocurrió en una construcción de la calle 115 entre 46 y 47, al numeral 729.
Como se dijo, un compañero de labores, al notar que no se había presentado a su puesto en la facultad, se acercó al domicilio, que está distante a unos pocos metros. Y cuando golpeó la puerta, se percató de que estaba abierta.
Enseguida, sus ojos se depositaron en un cuerpo desnudo, en medio de un charco de sangre, con las manos y pies atados. Era el de Mieres. Por eso quedó en shock.
Dentro de la finca no pasó desapercibido un mono o manta anudada, con distintos elementos de valor en su interior, que el homicida omitió o no quiso llevarse. Por ahora permanece prófugo.
UNA VECINA LE APUNTÓ A UN CUIDACOCHES
Sobre este caso, una mujer que vive en la zona del asesinato depositó sus sospechas en un cuidacoches, que es habitué de los conflictos y mostraría actitudes muy extrañas.
“Cada vez que hay un problema, desaparece unos días y después regresa”, explicó. “Es violento y le tenemos miedo. A veces anda con otro”, expresó ante la Policía.
Según contó la vecina, “hace unos 10 o 15 días lo vi que estaba con la cara lastimada y que le faltaban todos los dientes de arriba. Como si alguien lo hubiera agarrado a trompadas”.
Esa misma persona “se metió en el departamento de Pablo -por Mieres- y me resultó muy extraño, porque Pablo no era de juntarse con ese tipo de personas, el era una persona muy buena, muy tranquilo, nunca lo vimos con malas juntas y mucho menos juntarse con los trapitos”, agregó.
El apuntado dormiría debajo de la vía, a la altura de 115 entre 45 y 46 y tendría unos 40 años.
Demás está decir que en el barrio hay mucha consternación y dolor por lo sucedido. También fuertes pedidos de justicia.
Otra habitante del lugar mencionó haber escuchado ruidos, pero que vinculó a un televisor encendido. Jamás pensó que estaban asesinado a Mieres a metros de su domicilio.