Por Pablo Funaro
Fueron 11 años, 2 meses y 24 días desde la fecha en que lo denunciaron por una aparente cadena de abusos sexuales dentro de un jardín de infantes de La Plata, hasta que escuchó de boca de un secretario del Tribunal Oral en lo Criminal V la siguiente frase:
“Atento lo que resulta de la votación de las cuestiones precedentes, por unanimidad se resuelve pronunciar veredicto absolutorio para el encausado Marcos Esteban Ledesma”.
Se trata del profesor de música que llegó a la Ciudad siendo muy joven, procedente de la localidad de General Belgrano, y quien quedó en el ojo de la tormenta después de una falsa acusación, la peor de todas, según acaba de determinar la Justicia local. Ledesma enseguida giró la cabeza hacia su esposa, también docente, que siempre supo estar a su lado, aún en los momentos más oscuros, con quien se fundió en un sentido abrazo.
Después llegó el saludo de su equipo de abogadas, algunos familiares y, al salir del recinto, se encontró con quienes defendían su inocencia a ultranza. Hubo emoción, pero siempre contenida.
La historia, entiende Ledesma, aún no terminó. Si bien está tranquilo y confiado, más con este primer paso, el expediente seguramente irá en revisión a la instancia de Casación, donde se analizará todo de nuevo.
“No le guardo rencor a nadie”, soltó en una entrevista. “Sí me da mucha lástima por los chicos, que debieron pasar por todo esto”, agregó.
Se refirió claramente a sus alumnos, a aquellos que siendo tan chiquitos fueron expuestos a entrevistas médicas, psicológicas y otras intervenciones, de la mano de un proceso que pareció interminable. “Eran espacios de enseñanza, de alegría. Siempre a la vista de otros profesores y
auxiliares. Lo que dijeron que sucedió, fue una fábula”, comentó.
En el derrotero de la causa judicial, Ledesma pasó seis meses privado de la libertad en la alcaidía Pettinato y después completó cerca de dos años con un arresto domiciliario. Aunque nunca lo vivió como algo traumático.
“Sabía, estaba convencido, de que era una situación transitoria. Que no me iba a quedar ahí para siempre. Por eso me dediqué mucho a los libros, a componer y hasta le enseñé lectura a otros presos, que presentaban dificultades. La verdad, el dispositivo estaba bien diagramado, funcionaba correctamente. Jamás tuve un solo problema. El Servicio Penitenciario se portó muy bien”, destacó.
Padre de dos hijos, el docente habló del apoyo clave que recibió de sus seres queridos. “Nunca me soltaron la mano. Obvio que me conocían y sabían que la acusación era falsa. Pero para ellos no fue fácil. Igual estuvieron ahí, me iban a visitar, me contuvieron”, expresó.
Ledesma nunca se quebró durante la charla con este diario. Se mostró tranquilo, centrado y, en un tono muy pueblerino, repasó sus orígenes. “Soy de General Belgrano. Allá están mis padres, parte de mi familia, mis raíces. Después tengo hermanos en otros lugares. Somos seis. Y muchos sobrinos”, indicó con una sonrisa.
En ese recuerdo, con una mirada retrospectiva, mencionó que a La Plata llegó con una firme vocación: estudiar música en el Conservatorio, con orientación en guitarra. Al principio vivió en un centro de estudiantes, pero cuando comenzó a trabajar, decidió alquilar.
“Nunca pensé que me iba a dedicar a dar clases. Se dio así, como tantas cosas. La vida te va sorprendiendo”, analizó. Amante del folclore, de las tradiciones y de los sonidos de Latinoamérica, por sus aulas transitaron cerca de 5.000 alumnos.
“Ellos pueden dar fe de quién soy, de cómo me manejé, con qué conducta. Arranqué en Lanús y recuerdo que volviendo a mi casa, vi un reclamo de un grupo de padres contra un docente, al que también acusaban por abuso. Después me tocó a mí”, sostuvo con un dejo de ironía hacia lo que le tenía preparado el destino.
Es que piensa que “hay una pandemia de denuncias contra docentes. Los profesores de las áreas especiales, de música y educación física, están de moda. Hay una especie de persecución, estamos estigmatizados”. Actualmente, pese a que podría hacerlo, no piensa volver a una escuela a dictar clases.
“Ya no. Me quedaré en el Tribunal Descentralizado -del área de Educación- y cuando esto pase, voy a estar en condiciones de jubilarme. Me dedicaré a componer y otras cosas que te permite la música”, aseguró convencido.
Marcos Ledesma siente que hay una “persecución” a los docentes de áreas especiales Contó que en su trabajo compartió tareas con otros docentes que atravesaron por situaciones similares, entre ellos Lucas Puig, del que prefirió no hablar, aunque confirmó que mantuvieron largas charlas.
Ajeno al mundo de las redes sociales, compartió su método de comunicación, un tanto a la antigua. “Cuando necesito hablar con un amigo o con alguien, lo llamo y nos vemos. Es sencillo. No necesito un like o una pantalla”, expresó.
Duerme pocas horas por día, ahora un poco más, pero no lo sufre. “Estoy acostumbrado. Y eso que hago triatlón”, declaró. Precisamente, en el deporte encontró un modo de descarga de energía, sin dudas en una búsqueda de equilibrio emocional, que parece haber encontrado.
Antes de la despedida, se tomó un instante para hacer una aclaración: “En los medios quedó instalada la idea de que estuve prófugo y eso no es verdad; al contrario. Siempre estuve a derecho y cumplí con las normas de conducta que se me han impuesto. No ausentarme por más de 24 horas de La Plata sin dar aviso o firmar todos los meses en el juzgado. Pero veo que salen notas haciendo mención a que estuve escondido. No lo necesité. Siempre di la cara y la Justicia me acaba de dar la razón”.
Con la firma de los jueces Ezequiel Medrano, Carmen Palacios Arias y Ramiro Fernández Lorenzo, en el fallo absolutorio de Marcos Ledesma no pasaron por alto las durísimas críticas que los magistrados hicieron respecto de la instrucción de la causa, sobre todo a la hora de tomar las declaraciones de los infantes en Cámara Gesell. Se refirió a una perito de Procuración y al propio fiscal.
Medrano, quien tuvo el voto preopinante, consideró que “las intervenciones en la recepción de las declaraciones estuvieron plagadas, entre otras irregularidades, de preguntas capciosas, indicativas y por tanto, impertinentes” y refirió a un “reprochable desempeño de quienes llevaron adelante las medidas y por el otro, en la ostensible falta de contralor de la Jueza Garante”.
Por su parte, como fundamento de la absolución, que refrendaron de manera unánime, Fernández Lorenzo aportó: “Habiéndose originado el asunto a partir de un supuesto hecho que no fue comprobado, desencadenado una cadena de llamadas con trasmisión de información susceptible de generar preocupación y desesperación en todos los padres de los niños involucrados, que siguió con un abordaje adulto propicio a la sugestibilidad de los niños, aquella información de oídas y la escasa fiabilidad que presentan las grabaciones, sumado a la existencia de algunos rastros y/o comportamientos inespecíficos de algunos niños que en ciertos casos tienen otra explicación plausible, forman un cuadro probatorio que puede respaldar un estándar de sospecha, pero en
modo alguno el más alto que exige la Constitución Nacional para validar un pronunciamiento de condena”.