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La hipótesis principal perdió fuerza

Reina el desconcierto en la investigación por el crimen de la psiquiatra platense

Una escena sangrienta, gran conmoción y muchos interrogantes. Por ahora, el crimen de la psiquiatra Virginia Franco (68) no tiene detenidos y tampoco sospechosos visibles. Es que la pista que llevaba a quienes supuestamente manejaban sus finanzas y, se deslizó, podían haber quedado expuestos ante un mal manejo económico, parece debilitarse con el paso de las horas. Entonces, corridos del centro de la escena, todos se preguntan ¿qué pasó entre la noche del viernes y la mañana del sábado en la vivienda de Cantilo entre 15A y 17 de City Bell? ¿La profesional era hostigada por algún desconocido? Esta última versión se echó a rodar ayer, aunque alguien del entorno de Franco lo descartó de plano.

“Dicen que dos conocidas de Virginia supuestamente comentaron eso, pero no existe ningún acosador o quien la atemorizara. De ser así, lo sabría. Y ella no tenía cámaras internas en su domicilio. Había tres, pero una la vendió y las otras no funcionaban. Es una incongruencia. Si algo la perturbaba, era de tomar medidas de resguardo”, expresó Héctor, dando a entender que está en contacto directo con aquellos que se movían en el entorno de la profesional. Un círculo no demasiado grande.

“Ella era mi amiga -agregó-, la conocía a la perfección y estoy destrozado por lo que le hicieron. No se merecía terminar así. Era alguien de un corazón enorme”.

Ante los primeros testimonios arrimados al expediente, los investigadores debieron reconfigurar el escenario y volver a empezar con un análisis desde el minuto cero. Detectives del Gabinete Homicidios de la DDI local trabajan sobre las cámaras de seguridad de todo el perímetro de la vivienda de Franco, en busca de imágenes de interés, así como con los teléfonos incautados a la pareja que tenía a su cargo el manejo de los fondos de la psiquiatra.

¿Qué puede salir de esos celulares? Datos de posicionamiento, horarios y cruces de mensajes, que tal vez arrojen algo de luz en medio de tanta oscuridad.

Si bien esa situación es un tanto extraña, porque una médica tan destacada no contaba con el control de sus colocaciones, como por ejemplo plazos fijos u otro tipo de inversiones, se rumoreó que no se llevaba bien con las nuevas tecnologías y prefería delegar esa tarea en terceros.

En ese punto, también surgió un dato revelador. Quien dio aviso a la Policía de que las puertas de la casa de Franco estaban abiertas y, de alguna manera, permitió que se sepa que la habían degollado, le entregó a las autoridades la clave del ordenador personal de la víctima.

Es quien -se comenta- tenía a su cargo el manejo de los depósitos de la psiquiatra y que pasó de un estadío de sospecha a otro de testigo colaborador.

“No podemos descartar nada, todo se analiza una y otra vez, pero la situación hoy es esa”, resumió un informante con acceso a la pesquisa.

De lo que en principio no habría duda es en el móvil. Al margen de que a Franco solo le robaron el celular, o todavía no fue habido, se cree firmemente en esa pista y la teoría de que el o los homicidas debían conocerla, porque no había accesos forzados en la coqueta mansión de la calle Cantilo. Las chances son dos: Franco abrió la puerta voluntariamente o fue engañada en su buena fe y quedó a merced del asesino. Nunca solía dejar la puerta sin llave, cuentan quienes la conocían.

Se sabe que la casa de City Bell contaría con un valor de mercado cercano al medio millón de dólares o un poco más, de acuerdo a algunas estimaciones. Y a la psiquiatra le cuentan un departamento en Mar del Plata, posiblemente otro en Uruguay, dos camionetas nuevas, colocaciones bancarias, una clínica en inmediaciones del Bosque y un marido -ya fallecido- con buen pasado, entre otras cuestiones que se analizan.

Este es el rompecabezas que se intenta resolver, con incluso una nueva inspección ocular en la escena y un pedido de informes para conocer quiénes eventualmente hacían tareas de mantenimiento en el hogar.

Como se indicó, la tarea es supervisada desde la fiscalía número 11 de La Plata, a cargo de Álvaro Garganta.

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