Una mujer de 85 años y su hija de 49 vivieron una madrugada de terror en su casa de 26 entre 47 y 48, a manos de cuatro delincuentes que las atacaron con violencia para apropiarse de dinero y todo lo de valor que encontraron. Se trata de una modalidad recurrente en La Plata. De hecho, hubo otros dos casos bastante similares en las últimas horas.
El de la calle 26 comenzó alrededor de las 02.50 de la madrugad, cuando madre e hija dormían, ajenas al infierno que estaba a punto de desatarse, cuando se despertaron sobresaltadas al escuchar ruidos en el techo: un crujido; otro y, de pronto, un golpe seco en el patio. Segundos después, cuatro hombres vestidos de negro, con los rostros cubiertos y con armas de fuego en sus manos, irrumpieron en escena para tomar control absoluto de la vivienda. No hubo tiempo para nada.
Uno de ellos, con un cuchillo, se abalanzó sobre la jubilada, le tapó la boca y la tomó del cuello. Otro sujetaba una tijera. En un movimiento violento, trajeron a su hija, arrastrándola desde su habitación, y las reunieron en la cocina. A viva voz, y con la furia descontrolada de quien está dispuesto a todo, el “líder” lanzó: “¡No grites, si no, sos boleta! ¡Dónde está la plata, dónde está la plata!”.
Los delincuentes, jóvenes de entre 18 y 21 años, según alcanzaron a ver las víctimas, recorrieron con desesperación cada rincón de la propiedad revolviendo cajones, tirando muebles y lanzando amenazas, hasta que encontraron lo que buscaban: 1.600 dólares y joyas de oro, objetos con historia, con un mayor valor emocional que de cambio. Pero no bastó con eso. Las ataron de pies y manos con bolsas de nailon y, antes de fugar, repitieron la amenaza: “No griten, ni hablen, porque son boleta”.
Las mujeres lograron zafar de las ligaduras alrededor de las 05.30 de la mañana, tras permanecer más de dos horas encerradas e inmovilizadas.
EN BARRIO NORTE
Por otro lado, al menos tres encapuchados aterrorizaron a un hombre en su casa de 34 entre 4 y 5, donde también ingresaron de noche, aunque bastante más temprano. Fue a eso de las 20, cuando el dueño, de 67 años, decidía qué iba a cenar y, de un momento a otro, un estruendo lo dejó paralizado: habían reventado la cerradura de la
puerta que da al patio de la vivienda. No tardó en ver a tres sujetos vestidos de negro, con capuchas y guantes.
“Chocamos y nos metimos para escondernos”, dijo uno de los tres ladrones, y continuó: “Nos vamos a quedar un ratito y nos vamos”. Paralizado por el miedo y la sorpresa, el damnificado se limitó a asentir con la cabeza. Sin embargo, dos minutos después la cosa cambió radicalmente, ya que el hombre fue reducido y maniatado a una silla, mientras los intrusos revolvían todos los ambientes y lo golpeaban para que revelara el escondite de sus ahorros. Le pegaron, dijo, con los puños y la culata de un arma.
La odisea duró dos horas, hasta que la banda escapó. No trascendió qué ni cuánto dinero se llevaron. Por fortuna, la víctima no sufrió heridas graves, más allá del shock emocional.
MIENTRAS DORMÍA
Además, en la zona de 505 entre Camino Centenario y 12, una jubilada de 82 años fue víctima de otro atraco brutal. Mientras dormía, fue sorprendida por un sujeto que la despertó de manera violenta, tomándola del cuello y sumiéndola en un estado de pánico.
Apenas estuvo seguro de que tenía el control de la vivienda, comenzó a exigirle dinero y, al recibir negativas de parte de la damnificada, comenzó a revolver cada rincón de la casa en busca de objetos de valor. Durante una hora y media, la mantuvo en la cama. Aunque no sufrió lesiones físicas, el impacto emocional del episodio fue profundo. El delincuente escapó por la puerta principal, llevándose un botín compuesto por 100.000 pesos en efectivo, varias joyas y un televisor