Una noche que se perfilaba para recibir el rótulo de “inolvidable” terminó convirtiéndose para un hombre de 47 años en una verdadera pesadilla. Jamás creyó que asistir al recital de La Renga le iba a terminar costando tan caro, ya que aquel sábado 11 de mayo comenzó a gestarse lo que se terminaría transformando en una pérdida millonaria.
La jornada comenzó con una fuerte expectativa, ya que en el horizonte nocturno se presentaba ante él la chance de disfrutar de una de las bandas más veneradas en el mundo del rock. Por ello, luego de pasar varias horas a la intemperie, haciendo la fila para poder ingresar al Estadio Diego Armando Maradona, soportando las bajas temperaturas que imperaban aquel día y, sobre todo, confraternizando con personas con las cuales compartía gustos musicales, prácticamente le pareció un detalle haber perdido su teléfono móvil.
Salvo por la imposibilidad de poder registrar el evento para la posteridad en fotos y videos, la molestia no pasó a mayores. No había lugar para los disgustos. Nada empañaría su encuentro con “Chizzo”, “Tete” y el “Tanque”. Pasó el recital. El hombre retornó a su domicilio y el domingo por la noche programó, para su siguiente día, cumplir con una serie de tareas orientadas a recuperar su número y sus cuentas bancarias.
A esa hora, con la efervescencia del tremendo espectáculo que había disfrutado bajando, una idea comenzó a rondar en su cabeza generándole cierto grado de incomodidad.
Una piedra en el zapato. Iba y venía la idea de que alguien sin escrúpulos hubiese podido hallar su teléfono en donde se encontraban sus redes y lo que quizás pueda resultar más importante: sus datos personales y bancarios.
También tenía certeza de que las medidas de seguridad que había adoptado eran laxas y que la persona que hallara el dispositivo estaría a un patrón de acceder a las apps de su teléfono.
Al día siguiente, aquella piedra en el zapato se transformó en un verdadero meteorito. Esto hizo que le diera prioridad a la recuperación de su número de teléfono, lo que, finalmente, le terminaría dando acceso a sus cuentas bancarias.
Cuando pudo ingresar, grande fue la decepción al descubrir que sus tres billeteras virtuales habían sido vaciadas por completo. Casi medio millón de pesos habían pasado a manos de un desconocido.
Al día siguiente, sin poder dar crédito a lo sucedido, acudió al banco para intentar buscar una solución sin saber que allí terminaría sufriendo la estocada final a su de por sí trastocado estado anímico.
Fue duro para este hombre enterarse de que él o los delincuentes habían cuadruplicado los 500 mil iniciales pidiendo préstamos a distintas entidades.