Los suicidios policiales representan un drama silencioso. En la provincia de Buenos Aires, en lo que va del año, ya son 36 los efectivos que decidieron quitarse sus vidas. Se trata de una problemática multicausal, aunque potenciada por la disponibilidad del medio para consumar esa trágica autoagresión: el arma que les proveen para cumplir sus funciones.
Son hombres y mujeres los que integran el listado de fallecidos en la Bonaerense durante este 2022, al menos tres de ellos en la Región. Son de distintos lugares, con distintos orígenes sociales y jerarquías, pero unidos y desbordados por un nivel de angustia, que no pudo ser detectado o desactivado a tiempo por carencias propias de la fuerza.
Pese a la existencia de afiches institucionales, que se divulgaron a través del Ministerio de Seguridad bonaerense, con números de contacto para atender cuestiones urgentes, esto es la línea gratuita 135; el (011) 52751135, para llamar desde Capital Federal; o el 08003451435, para hacerlo desde cualquier lugar del país, que también se replican desde otras carteras en todo el territorio del país, el único canal de comunicación oficial propio de la Policía para asistencia psicológica de emergencia, a todas luces insuficiente, es a través del abonado telefónico (0221) 4293486.
Originariamente funcionó como un cuerpo especializado para canalizar dudas sobre la pandemia del Covid-19, sobre todo para saber cómo se debía actuar en aislamiento o por contagios confirmados, pero se empezó a notar que había muchos requerimientos por parte de los efectivos más allá del SARS-CoV-2.
Por eso, cuando en 2021 se desarticuló la oficina de psicólogos para el Covid-19, el centro quedó bajo la órbita de Servicios Sociales con un grupo de profesionales dedicados exclusivamente a la asistencia psicológica de emergencia.
En la Policía bonaerense también funciona un área de prevención de suicidios dependiente de la Subsecretaria de Salud, que integra la estructura de la Dirección de Planes y Programas de Salud, aunque es otro programa independiente, pese a que ambos se articulan e interactúan por necesidad.
De todas formas, la gran mayoría de los especialistas coincide en que eso no alcanza para resolver con éxito la dificultad que plantea un potencial suicidio, por lo que resultaría imperioso montar un departamento de Salud Mental.
Hoy, por las características de la organización, sus intrincadas ramificaciones y dependencias, tal vez la más grande del país, los mecanismos de ayuda no alcanzan para hacerle frente a esta realidad tan compleja.
Sin bien existe un proyecto avanzado de convocatoria de más psicólogos, entre otras especialidades, para mejorar la capacidad de trabajo, muchos hablan de marcadas fallas de origen, en la instrucción, en el germen de la carrera policial, que dura un año y donde deberían existir mecanismos de alerta temprana para detectar personalidades en riesgo.
En la actualidad, no hay. Tampoco habría programas de seguimiento de casos sospechosos, algo que resultaría muy necesario por la complejidad del tema. Siempre se actúa en la emergencia y, por lo general, tarde.
La estadística es contundente y preocupante. En este 2022 ya se está casi a registros de 2016 (39 suicidios) y bastante por encima de los años anteriores. “Eso quiere decir algo. Nos interpela, manda un mensaje, que debería ser analizado por las autoridades de forma urgente”, expresó un experto en la materia.
Ese pico de suicidios, los 39, se dio cuando se incorporaron a la fuerza los policías de las llamadas unidades UPPL o Locales. Fueron centenares de agentes de ambos sexos, que salieron a la calle con una escasa preparación y una pistola en la mano.
¿Alguien con tres meses de capacitación puede estar en condiciones de portar una 9 milímetros y resolver un evento peligroso en la vía pública?
La respuesta es más que clara y, lo peor del caso, es que muchas veces los delincuentes parecen mejor preparados que los policías para desenvolverse en ese tipo de encrucijadas de vida o muerte.
Los agentes integran una población particularmente de riesgo por el tipo de tarea que desempeñan. Estar en la calle, cada vez más violenta, conlleva un estrés, que puede resultar un factor desencadenante de una decisión extrema.
Los profesionales del área hablan de que el suicidio muestra tres componentes: la personalidad propensa, los factores de riesgo y los factores desencadenantes.
A nivel de población general, por cada tres hombres que deciden quitarse la vida, hay una mujer. Y dentro de la Policía, por cada dos uniformados, aparece una agente. Las cifras hablan de 11 suicidios cada 100 mil habitantes y, si se pone el foco en la fuerza de seguridad, 33 cada 100 mil.
En el Conurbano, por su grado de salvajismo, y el interior provincial, sobre todo en invierno, han sido frecuente este tipo de decisiones irreparables.
La Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI), es una de las dependencias donde más muertes autoprovocadas se produjeron. Y eso tendría una explicación. Los miembros de la división siempre son alejados de sus lugares de residencia, por lapsos prolongados, lo que ha hecho mella en varios de sus integrantes.
Precisamente, a veces la soledad y/o la distancia con los afectos, aunque además los traslados, los cambios de horarios, de funciones, la sobrecarga de jornadas, las desafectaciones, la complejidad de las relaciones laborales, los conflictos familiares o sentimentales, los enfrentamientos a balazos, los problemas económicos, una enfermedad y hasta las adicciones, pueden hacer estragos.
También esta época del año, en las cercanías de las fiestas, es un momento de gran sensibilidad. Se dice que por cada suicidio existen unos 10 a 20 intentos, que no llegan a consumarse. También que es escaso el pedido de ayuda profesional, aunque, paradójicamente, el 80 por ciento de los casos de suicidio dieron pista de su intención.
Los policías, por lo general, ocultan sus síntomas o enfermedades mentales, por temor a perder su condición laboral. En muchas fuerzas utilizan yoga, mindfulness, estrategias de afrontamiento del estrés o, hábitos saludables, para prevenir el desarrollo de episodios de estrés mental y, si se tiene en cuenta el plano internacional, hasta existen actividades concretas de prevención del suicidio en forma permanente. Algo que, en la Provincia de Buenos Aires, aparece como peligrosamente lejano.