Por Alejandra Castillo
Hace menos de un mes, el Gobierno estableció que, a partir de los 18 años, los ciudadanos quedaban habilitados para portar armas, dejando atrás los 21 años exigidos como requisito para la “adquisición o transmisión por cualquier título, uso, tenencia y portación de armas de uso civil”.
Aunque cualquier medida ligada a esta temática causa un inmediato revuelo, a ésta se la cuestionó con el foco puesto en la capacidad de un adolescente para tener y usar responsablemente un arma. Pasando por alto que hay deportistas de tiro de menos de 21 años que hasta ahora no podían federarse, o egresados como subtenientes de una escuela militar a los 18, la realidad confrontó a la teoría con el caso del policía federal retirado que mató de un tiro a un vecino por el volumen de la música, en Lomas del Mirador. Tiene 74 años.
Si la edad puede ser un prejuicio, el género en relación con las armas, es otro. Roxana Sivori es instructora civil de tiro defensivo, custodio vip, especialista en escopeta y con diplomatura internacional en Derecho y Seguridad. Nació en la Ciudad Autónoma d Buenos Aires (CABA), pero -dicho por ella misma- se “autopercibe platense” desde hace 17 años. Tuvo un hijo en la Ciudad y viven en la zona de Romero.
Consultada sobre la flamante medida oficial, explica que “se bajó la edad de legítimo usuario para poder equipararla con la que figura en el Código Civil a partir de su reforma. No podía ser que la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMaC) la mantuviera en 21 años, cuando el Código Civil la bajó a 18”.
Además, resalta que antes de ser legítimo usuario “debés pasar por un psicofísico, no tener antecedentes penales, un medio de vida lícito y la idoneidad de tiro con un instructor que va a determinar si podés tener y manipular un arma”. ¿Cuántas personas de 18 años cumplen o están dispuestos a cumplir con todos estos requisitos? Legalmente, claro.
ENFRENTAR EL TERROR
“Les tenía miedo a las armas, pero mi ex pareja es policía y sentía que no podía temerle a algo con lo que convivía, porque en casa había. Soy una convencida de que tengo que enfrentar todo”, cuenta. Así empezó con un primer curso, le gustó y ya no pudo parar.
“Empecé en el Tiro Federal de La Plata con cursos de manejo básico de armas, luego de instructor, rendí el examen en la ANMaC y obtuve la matrícula”, reseña Roxana, quien luego avanzó con otras especializaciones, antes de volcarse de lleno a dar clases de defensa. Cuenta también que profundizó su capacitación teórica con la Diplomatura Internacional en Derecho y Seguridad, para sumar esa formación a su instrucción en legítima defensa. También adiestra perros rottweiler para seguridad, poniendo el foco en la genética del animal: “Esa es la diferencia entre una fábrica de perros y un criadero serio”, distingue.
Pero a Sivori se la podría definir como una mujer versátil y curiosa. Además de ser analista de sistemas, estudió veterinaria, enfermería veterinaria y ahora planea hacer “cursos de mecánica general”, apunta. Es que cualquier cosa que la desafíe la invita “a saber y estudiar”. Antes de dedicarse a la instrucción de tiro trabajó mucho tiempo en relación de dependencia y fue supervisora de tránsito y Control Urbano para la Municipalidad de La Plata. Por esos años le ofrecieron sumarse a la Policía Local, pero la idea nunca la entusiasmó. Ahora da cursos en el polígono de Quilmes.
“Al principio tenía muchas alumnas, por el boom de que había una instructora, aunque ahora se emparejó y se sumaron muchos hombres”, dice.
La mayoría concurre a los cursos de idoneidad en tiro, que permiten obtener el certificado para gestionar la credencial de legítimo usuario y acceder a la condición de tenencia de un arma, aunque también entrena a muchos policías “que pagan para capacitarse mejor de lo que los entrenan”, explica.
Según Sivori, los policías de la Bonaerense “hacen pocos tiros en la Escuela y pocos tiros una vez que egresan”. Según pudo averiguar este diario de fuentes de la fuerza, hasta hace dos años tenían seis prácticas de tiro anuales. Ahora es una práctica por mes, con 10 disparos de escopeta y 20 de pistola, excepto en enero y febrero, cuando el centro de reentrenamiento permanece cerrado. “Si fallan, se les da otra oportunidad y, si vuelve a fallar, reentrenamiento”, explicó un vocero del área de Seguridad de la Región.
“He visto policías que no saben destrabar un arma y eso los deja fuera de juego en la calle. Es su vida”, reflexiona Sivori.
“LA SEGURIDAD, SIEMPRE”
“La seguridad, siempre”, repite Roxana como un mantra; “en todo lo que tiene que ver con armas, eso es lo primero”. En el caso de los policías, la exigencia es todavía mayor.
“Es importante enseñarles a desenfundar sin barrer al compañero ni a quienes tienen adelante, porque si ellos mantienen un enfrentamiento en la vía pública, deben considerar mucho más que la persona con la que se enfrentan. Tienen que tener en cuenta a los que están atrás, a los que están mirando, a los que salen a la calle porque escuchan ruidos. Todo eso tienen que considerar antes del enfrentamiento”.
Cuenta Roxana que en los entrenamientos usan blancos de papel y blancos móviles, poniendo énfasis en “el desplazamiento del efectivo, la toma de coberturas, qué es lo que tienen que hacer y cuándo. No tienen el entrenamiento de usar una pared para cubrirse y mientras tanto cambiar el cargador porque se quedaron sin municiones”, pone como ejemplo.
Los cursos de entrenamiento de la Policía Bonaerense están en la mira desde hace tiempo, por fallas en la capacitación, pero también por accidentes trágicos y sospechas de corrupción (ver aparte).
Desde su experiencia, revela Roxana que las personas llegan a tomar un curso de instrucción de tiro motivadas por múltiples razones. “En general, es porque no quieren que les pase algo. Por suerte son pocos aquellos a los que les ha pasado y es todo un tema. Depende de lo que sea, pero algunas cuestiones hay que trabajarlas previamente.
He sacado gente de mis cursos porque no están capacitados para tener un arma, sin importar lo que diga el psicofísico. Me puedo quedar hasta las 10 de la noche explicando cuestiones vinculadas con las armas porque son mi pasión, pero si le digo tres veces a alguien ‘sacá el dedo de la cola del disparador’ y no lo hace, le saco el arma, le devuelvo la plata y que se vaya a su casa. Velo por la seguridad de mis alumnos y la mía”.
También son muchas las personas que practican tiro por deporte: “Llevan su arma los sábados al polígono solo para eso. Es como cualquier hobby. Al que lo vuelve loco nadar, se tira a la pileta y vuelve a su casa como nuevo. Con esto pasa igual”, compara.
DIFERENCIAS ENTRE TENENCIA Y PORTACIÓN
No todas las personas pueden tener un arma y no todas las armas son para cualquier persona. Sivori aclara que a la hora de manipular una hay que considerar hasta el tamaño de la mano.
“Hay chicas policías de un metro cincuenta a las que les dieron una pistola full size. No les llega el pulgar para sacar el cargador. Tienen que romper el grip, que es la posición correcta de la mano para empuñar, para volver a cargar, y eso es tiempo que pierden en un supuesto enfrentamiento”, explica. Y aclara que muchas de esas fallas son meramente administrativas: “A otras policías que son más corpulentas les dan armas compactas”. En cualquier caso, las armas de la fuerza son siempre del calibre 9 milímetros. Si un efectivo decide usar para su trabajo una distinta de la oficial, porque la prefiere por marca o tecnología, debe comprarla, homologarla y registrarla en su destino
de servicio.
Sivori marca también la diferencia entre portación y tenencia de un arma. “Con la credencial de legítimo usuario, cualquier persona puede comprar un arma con la tenencia y datos a su nombre, como si fuera la tarjeta verde de un auto. Eso sí, cuando sale de su casa debe transportarla en condiciones: descargada y apartada de sus municiones”. La portación, en cambio, es el permiso para disponer de un arma de fuego cargada en condiciones de uso inmediato en un lugar público. Acceder a ese certificado en Argentina, no es tan simple.
En todo este tiempo, Sivori trató de derribar ciertos mitos machistas que persisten en su ambiente. Llegó a crear la primera subcomisión femenina de tiro en el Polígono local, “la única en la provincia de Buenos Aires y la segunda en el país, junto con la de Santa Fe” y hasta “craneó este año, para el 8 de marzo, hacer una jornada gratuita de defensa personal para mujeres, con adiestramiento en artes marciales, perros rotweiller, armas y cuchillos. “Se inscribieron 279 mujeres”, cuenta, “pero no me permitieron hacerlo”, lamenta. Eso, dice, selló el final de su relación con el Polígono de La Plata.