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Las últimas horas de la enfermera: ¿Suicidio o femicidio?

Continúa demorado Silvio Espíndola, el marido de Elizabeth di Legge (47), la enfermera que ayer fue hallada muerta en el galpón de la casa de González Catán en la que vivía junto a su esposo y sus tres hijos de 20, 16 y 11 años.

Las cámaras de seguridad y los perros especializados en rastros fueron  clave para encontrar el cadáver. La puerta estaba cerrada con llave y los policías debieron romperla para acceder al galpón. Di Legge, quien era buscada desde el sábado pasado, estaba sentada y “tenía una vía colocada en el brazo izquierdo”. Las mismas fuentes agregaron: “También había un suero colgado de unos fierros y varios frascos de una fuerte droga que se usa como sedante en terapia intensiva, que podría ser Propofol”.

El informe preliminar de autopsia concluyó que murió a raíz de una "depresión respiratoria" y "no presentaba lesiones visibles", según se confirmó mediante la autopsia.

¿Por qué fueron tan importantes las cámaras? El fiscal del caso Matías Folino, de la UFI N°3 de La Matanza, observó el resultado del relevamiento de esos dispositivos luego de que Espíndola denunció la desaparición de su mujer el sábado pasado. Si bien faltaba desde el viernes, el esposo asegura que comenzó a sospechar el sábado, ya que ambos son enfermeros del hospital Churruca y ella debía prestar servicio de guardia el viernes. Por ello, la denuncia la hizo sobre el mediodía.

“Ella muchas veces se quedaba en el hospital a dormir, teniendo en cuenta la distancia que había entre la casa y su trabajo. Por eso, dijo la pareja, tardó en denunciar”, explicaron fuentes de la pesquisa.

Antes del hallazgo del cuerpo Espíndola dio una entrevista desde su propia casa y contó que dijo que el último contacto que había tenido con su mujer fue a las 10 del viernes último, a través de Whatsapp. Dijo que Di Legge ingresaba a trabajar al Churruca después del mediodía y que solía viajar en el ferrocarril Belgrano Sur hasta la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

"La noche anterior nosotros tuvimos una discusión, pero ni siquiera hubo gritos; fue una discusión que la tuvimos en la cama y después ambos nos dormimos", relató Espíndola y agregó: "Todo me indica que al otro día ella salió de casa a trabajar normalmente". El hombre explicó que el viernes él entró a trabajar al mismo hospital por la mañana y que él la dejó durmiendo con sus hijos.

"Cumplí mi turno y recién a la noche me enteró que ella no fue a trabajar", contó el enfermero, quien recordó que la mujer le dejó una nota escrita a mano a su hijo más chico en el que la que decía "Me fui a trabajar".

Tras la denuncia, la Policía y el fiscal comenzaron a trabajar con las cámaras de seguridad de la estación de tren del ramal Belgrano, concluyendo que por ahí no había pasado. Tampoco había movimientos en la SUBE y el homebanking A partir de ahí empezaron a analizar otras cámaras de seguridad de los alrededores de la casa de Di Legge, hasta dar con una que una registró al matrimonio ingresar el jueves a la noche. Pero no registró a la mujer saliendo. Entonces apelaron a la división canina de rastreo de cadáveres en la casa de la enfermera.

“Inmediatamente, los perros fueron al patio y se pusieron a ladrar en la puerta del galpón. La Policía le preguntó a Espíndola por la llave, y le respondió: ‘No la tengo la llave, la perdi’. Ante esto, se le preguntó al hombre si se podía romper la puerta, a lo que accedió”, describieron. Cuando ingresaron se encontraron con el cuerpo de la enfermera buscada. La escena fue detallada: “La mujer estaba sentada y con una cánula colocada en su brazo derecho. En el izquierdo tenía otra que se intentó colocar, pero sin suerte. También había un suero colgado de unos fierros. Además, varios frascos de una fuerte droga que se usa como sedante en terapia intensiva, que podría ser Tropofol”.

La médica forense que revisó el cadáver no observó lesiones en el cuerpo, pero le llamó la atención la posición de la cánula que estaba inyectada: estaba colocada desde afuera hacia adentro, una forma “extraña para alguien que intenta suicidarse”. Sin embargo, nadie pasa por alto que la mujer tenía experiencia en este tipo de colocaciones.

Mientras se avanza en dilucidar si fue un suicidio o un femicidio, el fiscal Folino decidió aprehender al esposo, sobre todo porque denunció la desaparición de Elizabeth mientras ella estaba en los fondos de su propia casa, la posición de la cánula es extraña y negó tener llave del galpón, pero, sobre todo, por las denuncias por violencia de género que radicó la propia enfermera y también sus amigas.

La Justicia tiene un informe del 21 de julio de 2022 en el que se comprueba que sufría diversos tipos de violencia en su casa y que incluso fue a pedir ayuda. Existe además una denuncia del 2019 en un Juzgado de Familia que está paralizada y quedaron registrados distintas intervenciones del área de asistencia a la Mujer del municipio de La Matanza.

"LA TENÍA ANULADA"

Valentina, amiga de Elizabeth, ofreció un testimonio claves en la investigación.

"Para mí él tuvo algo que ver psicológica o físicamente, la tenía anulada pobre mujer. Eli no se iba a suicidar, porque estaba pegada a su hijo más chiquito, enfermo de artritis reumatoidea", aseguró. En esa línea, contó que los padres de Elizabeth habían fallecido, por lo que su único familiar directo, era su hermano de quien estaba distanciado. Además, sufría de artritis, anorexia y el síndrome de meniere, un trastorno en el oído que produce fuertes dolores y sensación de vértigo.

"Ella estaba sola en todo sentido, muy apegada a Jano, el chiquito, ya que sus otros dos hijos mayores hacía la suya", dijo Valentina, quien afirmó que "la veía muy mal a Eli, anímicamente".

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