Hace un mes, a esta hora cercana al mediodía, Cecilia Strzyzowski (28) estaba a punto de morir y no lo sabía. Probablemente todavía creía que viajaría a Ushuaia con su pareja, César Sena (19) para arrancar una nueva vida, previa escala en Buenos Aires. De hecho, lo último que buscó en Google, a las 10.07 del 2 de junio fue “todo el chocolate que puedas comer en Caba”.
Esas son las pocas certezas que se tienen en torno a este caso que causó conmoción por onda expansiva: primero en la provincia de Chaco; después, en todo el país. Hoy habrá una nueva marcha en Resistencia dominada por el calor favorito de Cecilia, el rosa, y con un fuerte protagonismo de la vecina provincia de Corrientes.
La certeza es que a Cecilia la mataron en la casa de la calle Santa María de Oro 1460, en Resistencia, donde vivían hasta caer presos los poderosos piqueteros Emerenciano Sena y Marcela Acuña, cuyas caras estaban en las boletas de una de las listas colectoras del gobernador Jorge "Coqui" Capitanich.
Se sabe con un alto nivel de certezas que César y sus padres estaban en la escena y que al cuerpo lo descartaron, aunque hay dudas sobre el modo: ¿la incineraron, la tiraron en el río, la descuartizaron? Se hallaron restos humanos de una misma persona en el lugar apuntado por uno de los principales imputados, aunque no es seguro que se pueda determinar su ADN por el nivel de descomposición de las evidencias.
El rastro final de Cecilia fue el 2 junio después de las 9.15, cuando las cámaras registraron su última imagen con vida, entrando a la casa de Santa María junto a César Sena, el único hijo de Emerenciano y Marcela. Nunca más salió de allí.
Los fiscales de la causa, Jorge Cáceres Olivera, Jorge Gómez y Nelia Velázquez están convencidos de que los tres Sena mataron a la joven bailarina entre las 12:16 y las 13:01 del viernes 2 de junio, básicamente porque la convencieron de que viajaría a Ushuaia en un viaje para el que nunca compraron los pasajes ni contrataron un solo alojamiento. Por eso los acusan de coautores.
El "detalle" que complica a esta teoría es que César estuvo a solas con la víctima dos veces esa mañana. Y si la defensa logra instalar la sospecha de que él fue el único ejecutor material del femicidio, sus padres quedarían libres.
Es que el Código Penal exime de pena a los padres que oculten las pruebas del crimen de un hijo cuando no hay una promesa previa. Todos saben, eso sí, que si liberan a los Sena estalla la provincia, con onda expansiva, de nuevo, por lo que apuestan a que los siete imputados -el clan Sena por homicidio premeditado y cuatro colaboradores de la familia por encubrimiento agravado- estarán presos hasta diciembre, cuando enfrentarán el juicio por jurados.
En cuanto a las chances de encontrar el cuerpo de Cecilia, son casi nulas. Guiados por la confesión de Gustavo Obregón -el único imputado que se quebró después de pasar una semana detenido- encontraron huesos humanos triturados del tamaño de una falange, pero multifragmentados y calcinados, lo cual complica la identificación por ADN.
Sin embargo, a la evidencia se la analiza en contexto y para eso ayuda el hallazgo, cerca de esos restos, de un dije en forma de cruz que la hermana le regaló a la bailarina y ella no se sacaba, dicen, "ni para bañarse". La familia lo reconoció junto con algunos anillos, restos de ropa y la valija con ruedas negras con la que Cecilia salió de su casa en el barrio 500 viviendas, a las 23 del jueves 1 de junio.
Vivía allí con su tía abuela Mercedes y con César, con quien se casó en secreto a fines del año pasado, porque -declararon los testigos- a la mamá del joven no le gustaba como nuera.
“Abrazame fuerte y dame muchos besos”, relata Mercedes que le dijo Cecilia la noche en que se despidió, segura de que iba a hacer su primer viaje en avión. “Se va a caer y me voy a morir triturada”, dice que le dijo. De allí se dirigieron hacía la casa de los padres de César.
Esa noche la pareja durmió en el motel Ruta 99. Consta en el expediente que César le pidió a una amiga si podía dormir en su casa porque se había peleado con Cecilia. Ella le preparó una cama pero él nunca más contestó. Al otro día le dijo que había dormido dentro de la camioneta.
Por la mañana llegaron a la casa de los Sena a las 9:14, tres minutos después de que salió Acuña. A las 10:11 se fue Fabiana González, secretaria de Acuña, y su hermana, que se ocupaba de la limpieza.
A media mañana César salió de la vivienda y fue a almorzar con Obregón. Regresó a las 11.41, poco antes de que llegaron sus padres, a las 12.16. César volvió a dejar la casa a las 13.01. En esta ventana de tiempo habrían asesinado a Cecilia, argumentan los fiscales en la causa.
A partir de ese momento la señal del celular de Cecilia se activa en los mismos lugares por donde se mueve César, quien a las 14:17 mandó un mensaje de la chica simulando ser ella en el que escribió: “Ya estamos en Buenos Aires. Es hermoso”.
Ya hacía al menos cuatro horas que Cecilia había sido asesinada, según el horario que estiman los fiscales, cuando Acuña le avisó por Whatsapp a Obregón: “Anda a ver a casa, parece que hay un cuerpo y tengo miedo porque a César lo vi lastimado, nosotros estamos por salir con Emerenciano, nosotros nos vamos al barrio”.
Al llegar a la casa, Obregón se encontró a una empleada doméstica planchando. “Estaba buscando por todos lados y me imaginaba mil cosas por esto que me había dicho Marcela sobre este cuerpo”, declaró Obregón. Revisó los baños, dos piezas y recién encontró el cuerpo de Cecilia en el tercer cuarto. “Puedo observar un bulto largo, todo envuelto”, precisó. Fue en ese momento cuando salió “disparado” y le confirmó a su jefa: “Sí, señora, parece que hay un cuerpo”.
Acuña le indicó esperar a Cesar, no decirle nada a Emerenciano y que le dijera a la señora que estaba planchando que se fuera. Le permitió, además, hablar con Fabiana González, su pareja y también empleada del clan, que llegó a las 17.12 en su moto. Casi de inmediato, volvió a salir a la vereda, se metió en el Citroen C4 de su marido y se agarró la cabeza. Se quedaron hablando 20 minutos. Obregón volvió a la casa y su mujer se fue.
César luego llegó en su camioneta con Rita y le pidió a Obregón que la lleve al barrio. Cuando Obregón volvió a la casa, según su declaración, la camioneta del joven Sena ya estaba metida en el garage de cola. Ahí le dijo: “Gusti, ayúdame a sacar esto, tenemos que ir al campo”.
Obregón contó que al principio se negó. Pero después accedió a cargar el bulto en la camioneta de César. “Yo lo ayudé a cargarlo, porque César era como mi jefe; el orden de jerarquía era primero Emerenciano, después la señora Marcela Acuña y después César”, precisó. El joven le indicó traer bolsas de basura y un bidón de nafta.
Se dirigieron a Campo Rossi, la chanchería de Emerenciano, donde, según Obregón, César se ocupó de descargar “la frazada”, cubrirla con leña y las bolsas, rociarla de nafta y prenderla fuego. El imputado se ubicó a si mismo en el rol de campana y recordó haber visto que César manipulaba dos celulares: "Vi por la luz nomás, que él escribía en uno y después escribía en otro”, dijo el imputado. Para los investigadores no hay duda de que usaba el teléfono de Cecilia hacerles creer a sus familiares que seguía viva.
Según la resolución de las prisiones preventivas, en Campo Rossi, Sena y Obregón, “con la colaboración de Gustavo Melgarejo y Griselda Lucía Reinoso, cuidadores del predio, procedieron a incinerar el cuerpo, con el fin de hacer desaparecer los restos del mismo”.
“Después de que César quemara eso, él me hablaba tranquilo, no le pregunté nada yo a él. Inclusive César me decía: ‘Gusti, tenemos que jugar un pool’. Estaba tranquilo”, relató Obregón ante los fiscales. De allí se fueron a la comida familiar. Según contó la hermana del líder piquetero, Marcelina, esa noche la familia Sena compartió un guiso y luego regresaron a la propiedad que habría sido escena del femicidio.
La denuncia llegaría recién cuatro días después. El día anterior dos hombres alertaron a la familia de Cecilia que algo malo le había pasado, que estaba desaparecida y que los Sena eran los responsables. Se presentaron como policías, pero nunca se supo quiénes eran. La familia ya sospechaba por las comunicaciones extrañas de la joven que no mandaba fotos ni audios.
Mientras tanto, los Sena continuaron con las actividades programadas en plena campaña. Días después, cuando el caso ya conmocionaba al país, Obregón confesó en la Justicia que fue el día de la denuncia, en horas de la siesta, cuando César le volvió a pedir ayuda. Lo fue a buscar a su casa, compraron “bolsitas de consorcio” y volvieron al campo a buscar los restos quemados de Cecilia. Al llegar, le indicó que le pidiera al casero “una pala ancha”. Se retiraron con dos bolsas cargadas con pequeños restos y fueron al río Tragadero, cerca de allí.
A la noche procedieron igual con la valija y la mochila. Según Obregón, César las tiró en la última calle asfaltada del barrio y las prendió fuego.
El 8 de junio, los Sena se presentaron a declarar como testigos. El joven dijo que había discutido con Cecilia, que ella después se fue a pie y que no sabía dónde podría estar.
Al día siguiente, allanaron la casa de los Sena. Acuña se enteró cuando la policía ya estaba allí, acusó de “atropello” a la policía provincial. “Voy a hablar con el gobernador”, lanzó.
Diez horas después ordenaron detener a la familia entera, a Obregón y a González. De la casa secuestraron una sierra de carnicero, un machete, gran cantidad de cartuchos de arma de fuego, entre otros elementos. Encontraron también 6 millones de pesos en efectivo, por lo que se abrió una causa por lavado de dinero.
César Sena no aparecía y libraron una orden de captura internacional. Se entregaría al día siguiente cuando también detuvieron a Melgarejo y a Reinoso, los caseros del campo. Hoy, todos están presos.