Menú Cerrar

Se cumplen 40 años de impunidad

Oriel Briant, el crimen que no tuvo justicia

Ya no hay tumba que lleve su nombre, ni lugar donde alguien pueda dejarle las rosas que tanto le gustaban. Sus restos se mezclan desde hace años en un osario común, junto a los de miles de desconocidos a los que nadie reclamó. Hablamos de Aurelia Oriel Catalina Briant, cuyo asesinato impune cumple hoy 40 años.

Ella era una profesora de inglés de City Bell querida por sus alumnos, de una familia de clase acomodada, con cuatro hijos. Pero el 13 de julio de 1984, a la altura del kilómetro 75 de la ruta 2, fue encontrada asesinada de 37 puñaladas en el cuerpo y tres balazos. Nunca se supo la verdad.

Con el hallazgo del cuerpo, se abrieron todo tipo de hipótesis: desde infidelidades, homosexualidad, un homicidio por celos perpetrado por algún supuesto amante despechado cuya existencia nunca se comprobó, un asesinato ritual y hasta se dijo que su crimen fue filmado para una película del cine snuff. Pero, esa cinta o video nunca apareció.

La calificación legal en ese tiempo no existía como tal, pero el asesinato de Oriel Briant fue un femicidio. Y el principal sospechoso de la investigación fue su ex esposo, Federico Pippo, así como también todo el entorno del hombre: su hermano Esteban, su madre Angélica Romano y su primo Néstor Romano. Pero más allá de cualquier conjetura, lo único indiscutible era la saña con la que habían atacado a la víctima.

“Todos los motivos que puedo pensar me resultan pocos para semejante crueldad”, dijo en ese momento a los medios la hermana de la profesora asesinada, Denise Briant.

Tres días antes del macabro hallazgo, un vecino que pasó por la puerta donde ella vivía escuchó el llanto desgarrador de un niño que pedía por su madre. Era Christopher, por entonces de tres años, sostenía que su mamá no había vuelto de hacer los mandados.

Ese fue el comienzo -o el final- de la historia: Oriel había sido secuestrada cuando dormía y el niño había quedado solo. Sus otros tres hijos –Martina, Tomás y Julián– habían pasado la noche con su padre, Federico Pippo.

Oriel se había separado de ese hombre al que había conocido en la Facultad: ella estudiaba profesorado de inglés y él, Letras.

Además de dar clases de Literatura, Pippo era policía bonaerense y fue cesanteado después del asesinato. Lo detuvieron dos veces, pero salió en libertad por falta de pruebas. No llegó a estar un año detenido. En una de sus salidas criticó a la Justicia y dijo: “Creo en Dios”. El caso quedó en la impunidad.

ANGELITA Y EL BRUJO

La madre de los Pippo, Angelita, había dejado muchas señales sobre el odio hacia su ex nuera.

Su bronca mayor era que la mujer, en un futuro reparto de bienes por el divorcio, se quedara con la casa conyugal de la calle 21, en City Bell, comprada con dinero que ella, Angelita, le había dado a su hijo. Y que no era cualquier dinero: era parte de la venta de una casa comprada con la indemnización por la muerte de su marido, también policía, cuando años atrás había intentado desactivar un explosivo colocado sobre las vías del tren, en Lobos.

Hasta un “brujo” declaró en la causa al saberse que Angelita había ido a pedirle una pócima contra su nuera.

Pippo murió a los 68 años en el 2009 con un pie en la locura. Su hija mayor se quedó para siempre con su tía Denise, lejos de La Plata.

El tercero, Julián (45), murió hace poco a causa de un paro cardíaco.

Más noticias

Acceder

Registro

Restablecer la contraseña

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico y recibirás por correo electrónico un enlace para crear una nueva contraseña.